Preguntas Frecuentes

No hay una duración fija, porque cada persona es distinta y viene con historias, ritmos y necesidades diferentes.
La duración depende de muchos factores: el tipo de problema que se quiera trabajar, cómo está afectando en el día a día, los objetivos que nos planteemos, e incluso aspectos como la personalidad o las circunstancias actuales.

Lo que sí te puedo decir es que, en la mayoría de casos, en unas 10 sesiones (a veces más, a veces menos), ya suele notarse un cambio relevante. A veces, con solo unas pocas sesiones, ya se puede empezar a sentir alivio, más claridad o una nueva forma de mirar las cosas. En otros casos, el cambio puede llevar más tiempo, especialmente si estamos trabajando heridas profundas o patrones muy arraigados.

Lo importante no es ir rápido, sino ir a tu ritmo.
El proceso terapéutico no siempre es lineal: hay avances, retrocesos y momentos de duda. Pero con compromiso y apertura, los resultados llegan para quedarse. 

No se espera que llegues sabiendo cómo “hacer terapia”, ni que tengas todo claro. Solo que vengas con una actitud abierta, dispuesto a explorar lo que te pasa, incluso si a veces no sabes ponerlo en palabras.

Lo más importante es tu compromiso con el proceso. Habrá momentos incómodos, dudas o días en los que no te apetezca explorar ciertas facetas de tú experiencia. Y eso también forma parte del camino.
Se espera que vengas con honestidad, no hacia mí, sino hacia ti mismo. Que te permitas sentir, cuestionarte, y que poco a poco vayas tomando un papel activo en tu propio cambio.

La terapia no es algo que “te pasa”. Es algo que tú construyes, con mi acompañamiento.

No. Ese es uno de los grandes mitos sobre la terapia.
No necesitas estar al límite para pedir ayuda. De hecho, muchas personas vienen porque quieren conocerse mejor, gestionar mejor sus emociones, mejorar sus relaciones o tomar decisiones importantes en sus vidas.

Ir a terapia no es una señal de debilidad ni de “estar mal”. Es una forma de cuidarte, de escucharte y de crecer.
Igual que vas al médico cuando algo te duele, también puedes venir cuando algo emocionalmente no encaja, aunque no sepas muy bien qué es.

La terapia es tanto para sanar como para evolucionar.

No pasa nada. Es completamente normal.
Muchas personas llegan a la primera sesión con esa sensación de no saber por dónde empezar. Y está bien. No necesitas tenerlo todo claro ni saber exactamente qué decir.

Parte de mi trabajo es ayudarte a encontrar las palabras, hacerte preguntas que te orienten y crear un espacio en el que te sientas cómodo para ir abriéndote a tu ritmo.

A veces, simplemente empezar por decir “no sé por dónde empezar” ya es un comienzo. Lo importante es estar dispuesto a escucharte.

Cada sesión suele durar alrededor de una hora. A veces puede extenderse un poco más, dependiendo de lo que estemos trabajando ese día.

En cuanto a la frecuencia, lo más habitual al inicio es venir una vez por semana. Eso ayuda a crear un ritmo constante y un espacio seguro donde el proceso pueda desarrollarse con continuidad.

Con el tiempo, y según cómo te vayas sintiendo, podemos ir ajustando la frecuencia: cada dos semanas, una vez al mes… o lo que mejor se adapte a tu momento y necesidades.

Esta es mi propuesta de trabajo, pero siempre estoy abierto a adaptarla. A veces, por el contexto o por lo que esté ocurriendo en tu vida, puede tener más sentido una frecuencia diferente. Lo importante es que el proceso tenga sentido para ti.

Muy fácil. Puedes escribirme a través del formulario de contacto de esta web, por email o por WhatsApp (650901882). Te responderé lo antes posible para coordinar día y hora.

Si es tu primera vez, no te preocupes: te explicaré todo lo necesario y resolveré cualquier duda que tengas antes de empezar.

Estás dando un paso importante, y estoy aquí para acompañarte.

Es totalmente normal. Empezar terapia puede generar incomodidad, nervios o incluso dudas sobre si es el lugar adecuado. Estás abriéndote, hablando de cosas personales… y eso lleva tiempo.

Mi intención es que te sientas seguro y respetado desde el primer momento, pero también sé que la confianza no se fuerza: se construye poco a poco.
Puedes compartir cómo te vas sintiendo en cada momento, incluso si algo no te cuadra. Todo eso forma parte del proceso, y hablarlo también es importante.

No hay una fórmula exacta, pero suele sentirse.
Muchas veces, lo notas porque los motivos que te trajeron ya no pesan tanto, te sientes más en calma, con más claridad o herramientas, y sobre todo, más capaz de sostenerte a ti mismo/a en los momentos difíciles.

En general, vamos hablando de ello juntos. La decisión no es abrupta ni se impone: es algo que se va construyendo y sintiendo en el proceso.

Y si más adelante necesitas volver, el espacio siempre estará abierto para ti. Terminar la terapia no es cerrar una puerta, sino haber recorrido un tramo importante de tu camino.

Cómo profesional, no trabajo en base a diagnósticos. Eso no significa que no sean útiles, por supuesto que lo son, y hay casos en dónde son necesarios. Simplemente, en mí caso, trabajo sin necesidad de diagnósticar.

Si buscas un diagnóstico, puedo ofrecerte una derivación.

¿Todavía tienes alguna duda?